Siguiendo a
Rosset:
Ante la
brutalidad de la realidad, del hecho trágico inesperado, del azar, aceptar que se trata de la aparición de lo idiosincrático y de lo
ininterpretable, por tanto de lo indeseable y lo impensable. Lo más terrible es
que, por ello, es insignificante. Y eso no lo podemos asumir. Es enorme, acaso
definitivo, pero está exento de significado. Es el reino de la idiotez porque
carece de razón. De ahí todos los dobles que imponemos a lo real. Para superar
su silencio y su falta de sentido.
Eso no hace del
hecho trágico algo objetivamente comprensible, sino, en el mejor de los casos,
sólo subjetivamente soportable.
Ahora, lo único
que puedo hacer por un amigo es rezar.
Todo va a ir bien. No puede ser de otra manera. No puede ser.
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