Se construyeron más de trescientos pueblos. Se realizaron
diseños de otros que se quedaron en el plano.
La mayoría de aquellos pueblos sigue en pie. Algunos
aguantando un declive forzado por las delirantes políticas agrícolas de aquí y
de allá, otros combinando sus antiguas labores con otras diversas y viendo
crecer su población.
Muchos de ellos fueron y siguen siendo prósperos, e imagino
que intentarán continuar con el espíritu comunitario que se estableció en un
principio entre los que emprendieron aquella ‘aventura’ (colonos, peones,
ingenieros -entre ellos, mi padre-, madres y amas de casa -entre ellas, mi madre-, administradores, maestros, mecánicos, comerciantes, médicos, curas,
etc… Excepto por los curas, la experiencia interesó mucho a ciertos observadores
del bloque socialista que no fueron apoyados por el establishment soviético.)
Podríamos presentar algunos de esos pueblos como símbolos de
una ejemplaridad estética y ética perdida. Uno de ellos es Vegaviana, situado
al noroeste de la provincia de Cáceres. Fue, principalmente, obra del
arquitecto J.L. Fernández del Amo, que trabajó para la Dirección General de
Regiones Devastadas y para el INC.
Vegaviana es un ejemplo de cómo un conjunto arquitectónico
bello en sí mismo puede ser, a la vez, un binomio de atención hacia el entorno
natural y hacia el hombre.
El conocimiento de la tradición constructiva popular, el
buen gusto sin alardes del diseño moderno de buena ley y la especial
sensibilidad hacia la particular austeridad vital de las familias trabajadoras
de la tierra que tuvo Fernández del Amo consiguieron la maravilla de un pueblo
nuevo de carácter preciso y ejemplar autenticidad rural.
Franqueza rítmica, orden y sentido espacial; noble practicidad; discreción, honradez y respeto… es lo que transmiten estas fotos:
Sin embargo, ¡ay!, qué decir de estas otras fotos de chaletones llamados de ‘lujo’ para nuevos ricos que han destrozado tantos y tantos pueblos (a veces, la libertad individual sólo sirve para perpetrar horrores):
Es verdad que los chaletazos son un horror, pero ese pueblo... buf, qué desolación, ¿no?
ResponderEliminarHombre, las fotos son de cuando aún faltaba plantar la verdura y urbanizar un poco.
ResponderEliminarLa verdad es que el primer comentario me ha recordado aquella escena de "El gran Levosky" en la que el detective privado enseña la foto de la desolada casa natal de la pendona que abandonó a su familia pobre para irse a vivir la juerga californiana. (Enseña la foto como posible reclamo nostálgico para la muchacha.)
EliminarPero, bueno, seamos justos, ¡no es lo mismo!
¡Sí! ¡Qué bueno! No lo había pensado, pero la has clavado.
ResponderEliminarLebowski, por cierto.
EliminarBueno, los chaletazos son un horror porque sus columnas son unas mindundis de columnas; si fueran como las de los Doce Robles..
ResponderEliminarSí, es ese tipo de columnilla-desagüe.
ResponderEliminar"Póngame unas cuantas de esas columnillas en el frontis"... que dicen los nuevos ricos (con crédito o sin).