Translate

jueves, 18 de julio de 2013

INC, Regiones Devastadas. Vegaviana.

Durante un periodo de poco más de veinticinco años el Instituto Nacional de Colonización (INC, organismo del Ministerio de Agricultura) se dedicó a la extensión y promoción de la agricultura y ganadería mediante la creación de pueblos de nueva planta en zonas que se iban a ver beneficiadas por grandes proyectos de regadío.

Se construyeron más de trescientos pueblos. Se realizaron diseños de otros que se quedaron en el plano.
La mayoría de aquellos pueblos sigue en pie. Algunos aguantando un declive forzado por las delirantes políticas agrícolas de aquí y de allá, otros combinando sus antiguas labores con otras diversas y viendo crecer su población.
Muchos de ellos fueron y siguen siendo prósperos, e imagino que intentarán continuar con el espíritu comunitario que se estableció en un principio entre los que emprendieron aquella ‘aventura’ (colonos, peones, ingenieros -entre ellos, mi padre-, madres y amas de casa -entre ellas, mi madre-, administradores, maestros, mecánicos, comerciantes, médicos, curas, etc… Excepto por los curas, la experiencia interesó mucho a ciertos observadores del bloque socialista que no fueron apoyados por el establishment soviético.)

Podríamos presentar algunos de esos pueblos como símbolos de una ejemplaridad estética y ética perdida. Uno de ellos es Vegaviana, situado al noroeste de la provincia de Cáceres. Fue, principalmente, obra del arquitecto J.L. Fernández del Amo, que trabajó para la Dirección General de Regiones Devastadas y para el INC.

Vegaviana es un ejemplo de cómo un conjunto arquitectónico bello en sí mismo puede ser, a la vez, un binomio de atención hacia el entorno natural y hacia el hombre.
El conocimiento de la tradición constructiva popular, el buen gusto sin alardes del diseño moderno de buena ley y la especial sensibilidad hacia la particular austeridad vital de las familias trabajadoras de la tierra que tuvo Fernández del Amo consiguieron la maravilla de un pueblo nuevo de carácter preciso y ejemplar autenticidad rural.

Franqueza rítmica, orden y sentido espacial; noble practicidad; discreción, honradez y respeto… es lo que transmiten estas fotos:












Sin embargo, ¡ay!, qué decir de estas otras fotos de chaletones llamados de ‘lujo’ para nuevos ricos que han destrozado tantos y tantos pueblos (a veces, la libertad individual sólo sirve para perpetrar horrores): 








7 comentarios:

  1. Es verdad que los chaletazos son un horror, pero ese pueblo... buf, qué desolación, ¿no?

    ResponderEliminar
  2. Hombre, las fotos son de cuando aún faltaba plantar la verdura y urbanizar un poco.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La verdad es que el primer comentario me ha recordado aquella escena de "El gran Levosky" en la que el detective privado enseña la foto de la desolada casa natal de la pendona que abandonó a su familia pobre para irse a vivir la juerga californiana. (Enseña la foto como posible reclamo nostálgico para la muchacha.)
      Pero, bueno, seamos justos, ¡no es lo mismo!

      Eliminar
  3. ¡Sí! ¡Qué bueno! No lo había pensado, pero la has clavado.

    ResponderEliminar
  4. Bueno, los chaletazos son un horror porque sus columnas son unas mindundis de columnas; si fueran como las de los Doce Robles..

    ResponderEliminar
  5. Sí, es ese tipo de columnilla-desagüe.
    "Póngame unas cuantas de esas columnillas en el frontis"... que dicen los nuevos ricos (con crédito o sin).

    ResponderEliminar