No voy a entrar a valorar seriamente (¡ni en broma, vamos!)
la nueva reforma educativa (LOMCE), entre otras cosas porque no he leído los
600, o más, folios que la exponen.
Sin duda, habrá cosas negativas, decisiones equívocas,
errores, arbitrariedades, falsas correcciones, omisiones… ¿perversidades? (Todo
eso se intuye, se adivina, se ha leído un poco, se va viendo.) También habrá algún acierto, tal vez
no pequeño. Algo más de exigencia, de que los alumnos demuestren su instrucción de vez en cuando, de que ésta sea efectiva, ¿no? Algo de freno a la atomización pueblerina (no es broma, cada pedanía cree que puede exhibir una historia de corte universal aislándose del vecino).
Por otra parte, no parece prometedor el futuro que le espera a la
filosofía como asignatura tradicional en la secundaria; tampoco el de las
clásicas. Esto ya valdría para descalificar (bajo mi estrecho punto de vista)
la ley en bloque (en fin, hay que verlo). Es muy discutible, asimismo, la nota superior
exigida para los becados universitarios (surge un inevitable agravio
comparativo)… La subida exagerada de tasas en la enseñanza superior parece
severa (eso es lo que dicen). ¿Injusticia, segregación?... (‘Hablo’ muy de
oídas.)
Pero no, ahora, simplemente, frívolamente, quisiera esbozar
la imagen que transmite y la imagen que 'transmiten' del hombre que
aparece como principal responsable de la dichosa ley. Y digo “hombre”, quizá en
su honor, porque no digo ‘político profesional de partido’, a tenor de sus últimas declaraciones contra la posibilidad de perpetuarse en el poder del
cargo que ocupa. Ha dicho que cuando acabe su tarea se irá. Que lo haga. Y que
aprendan otros.
Las formas, sí, las formas.
He oído a pocos políticos que hablaran tan correctamente
(sintaxis y dicción) como él (no es Demóstenes, vale). He visto a pocos responsables de gobierno u
opositores que mantuvieran unos ademanes tan suaves como él. He contemplado a
pocos profesionales de la cosa pública tan dispuestos a la dialéctica como él.
Conozco a pocos cargos (¿a ninguno?) mantener el tipo tan bien ante los
desplantes: le han insultado, le han difamado, le han liado (lo de
“españolizar” salió de un diputado socialista, no de él; él recogió la
expresión), se han querido burlar de su persona hasta niñatos ensoberbecidos que han recibido becas y premios del Estado (de todos nosotros),
le han criticado demagógicamente consejeros/as de las ya indisimuladas satrapías regionales que
ni siquiera saben distinguir los verbos “recurrir” y “recorrer” (una señora muy orgullosa, en concreto). Yo lo he oído. Esos no se avergüenzan de
nada, es curioso, pero creen que pueden avergonzar a otros desde la ignorancia. Individuos/as semejantes
(¡ocupando puestos directivos en el ámbito de la educación!; ¡cobrando -y no poco- a
costa del enorme esfuerzo de los ciudadanos!) se han atrevido desde el primer
minuto a denigrar a una figura pública que puede equivocarse en algunas
medidas demasiado importantes (¡a por él en ese caso, bien y sin piedad!), pero
que, por lo que hemos observado, les da mil vueltas en conocimientos y formación.
Bueno, los conocimientos y la formación no garantizan la
sensatez, es cierto, y ante las vacilaciones, correcciones, enmiendas y marchas
atrás del ministro se podría decir que esto es otra desdicha que le va a caer
encima a la educación pública española. Es posible. Pero recordemos que las
reformas de las últimas décadas fueron todas socialistas. Ojalá pudiéramos
decir que buenas, regulares o neutras, pero no, no nos queda más remedio que
constatar que han sido puta miseria y que han sumido a la educación en una sima
de desconcertante vulgaridad… vulgaridad ‘moderna’, eso sí, ¡juventona,
simpática, social, sensible y psicopedagógica!
Si el ya prematuramente, anticipadamente, caído Wert tuviera
un punto más de independencia política y un punto menos de poder casi se le
podría cubrir con aquel verso de Rimbaud que dice:
“Por delicadeza, yo perdí mi vida” (entiéndase, ‘mi cargo’).
Qué casualidad. No hace ni tres días que comentaba por ahí precisamente la ágil sintaxis y dicción de Wert, lo agradable que resultaba escucharlo en una perorata larga como la que me encontré el sábado a media mañana, en un acto del PP sobre educación en Alcalá, con maestros y profesores, retransmitida íntegra por TVE canal 24 horas. Y cómo, dos frases entresacadas de esa digresión para emitirlas en un telediario posterior, arruinaban su espíritu constructivo (que lo tenía).
ResponderEliminarLlega un momento en que acabo pensando que, aquello o a quienes todo el mundo insulta, difama o desprecia, debe tener necesariamente algo bueno.
Gracias por el comentario. Es grato comprobar que hay gente que sabe ver y escuchar... Y que sabe discernir.
ResponderEliminar(¡Qué tiempos aquellos, vizcondesa!)