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sábado, 14 de septiembre de 2013

Madres de luto



Entre los grandes tipos humanos que nos cruzamos por el mundo está la madre enlutada, la madre que ha perdido al hijo.
El otro día vi a una en un tren. Una señora no muy mayor. Negro absoluto. Oí una mínima conversación con su vecina de asiento. Mencionó a su hijo perdido y explicó su luto definitivo. Su hablar amable y triste duró muy poco. Calló, se dejó ir a una recluida lejanía y su compañera le siguió hablando de otras cosas.
Cuando bajé del tren y la volví a mirar detenidamente observé en su rostro ese tipo extraño de belleza que, a veces, quizás muy pocas veces, sólo el sufrimiento talla y que provoca en nuestro interior una reacción de noble reverencia, posiblemente porque comprendemos que el tiempo no va a curar su pena y que ella no va a traicionar nunca la memoria de su hijo.
Luego, en casa, busqué un poema de Joan Vinyoli que recordé tenía marcado desde hacía años titulado Pietà:

“Hi ha dones
a qui, ja gran, se’ls morí un fill,
i el duen sempre a les entranyes,
que es van obrir de nou per acollir-lo.
Girat el mirar endins,
veuen només un embolcall de gasa
fred, rígid, mut.
L’orella escolta sols
l’abisme del silenci.”

(Vendría a ser:
“Hay mujeres
a las que, ya mayor, se les murió un hijo,
y lo llevan siempre en las entrañas,
que se abrieron otra vez para acogerlo.
Vuelta la mirada adentro,
ven sólo un envoltorio de mortaja
frío, rígido, mudo.
Y el oído únicamente escucha
del silencio el abismo.”)

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