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viernes, 31 de enero de 2014

El Arte de la Fuga. Lo abstracto concreto.



Hay músicas que no tienen demasiada fortuna entre los aficionados debido a su llamado “alto nivel de abstracción”.

Pero son precisamente algunas de esas músicas tan altamente abstractas las que deberían ser reconocidas como las músicas más estrictamente concretas de toda la inconmensurable colección de obras musicales occidentales.

Uno de los ejemplos más altos es, naturalmente, la música de J.S. Bach. Y una de las obras que mejor representa esto es, claro, el Arte de la fuga. Y, aún más, dentro del Arte de la fuga el contrapunto 9.

¿Abstracta o concreta? Las dos cosas, sin duda. ¿Por qué es abstracta? Porque no remite a nada más que a sí misma. ¿Por qué es concreta? Porque no remite a nada más que a sí misma. Es correcto, no es una broma.
La ‘ventaja’ evidente de la música sobre las demás artes es su estricta formalidad irreferencial. De hecho, toda es abstracta.
Pero la especial abstracción de esta música de Bach es su precisa relación aritmética desde el primer hasta el último compás. Es una fuga y está claro que una fuga se desarrolla a partir de la exposición de un sujeto que vuelve y vuelve transfigurado según las transformaciones previas que van teniendo lugar. Así, la referencia de esta música es ella misma, pero de una manera especialmente extrema en este caso por ajustada, rigorista e implacable. En Bach ese rigor es máximo y, además, de una feracidad milagrosa. Por eso se dice que su música es la verdadera melodía infinita que podría no tener fin. Acaba sólo porque hay que descansar y hay que dormir y comer, y al final uno se muere.
Esta fuga, cuyo sujeto ascendente y descendente presenta una sequedad inauditamente tensa, de naturaleza casi agónica, se va envolviendo sobre sí misma con una decisión tan definitiva y obsesionante que su saturado nivel de concreción no puede ser mayor, a pesar de que la fatigosa exigencia de audición nos lleve a declarar que, sí, es una música muy “abstracta”. 
Pero hay algo más. Cuando uno empieza a familiarizarse y a comprender la perfección de esta realidad paralela y se ve abducido por su pureza aislada es cuando la abstracción se revela como verdadera emoción. 


 


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