¿Por qué -me
preguntaba una amiga el otro día- me gustan y disfruto del boxeo y de los
toros?
La respuesta
inmediata a este tipo de preguntas es “porque sí”, y ya está. Si algo te gusta,
te gusta sin más consideración, y ésa es la primera condición para que algo te
guste de manera sincera. Como a un niño. Pero inmediatamente, ya que en estos
dos casos tuve que confesar(me) que no era tan así, o sea, que en realidad no
me ‘gustaban’ los toros y el boxeo pero sí me interesaban mucho, me vi obligado
a explicarme. Y respondí, con respuesta corta, sorprendiéndome un poco a mí
mismo que me interesaban tanto porque se trataba de dos experiencias, a la vez,
básicamente reales y a-históricas.
Con eso quise
decir que están cerca de una evidencia existencial -y elemental- que no cambia
a lo largo del tiempo y que es imposible que ninguna moda pueda desplazar de su
naturaleza básica. Podrán desaparecer, pero no cambiar.
En un mundo en
el que, cada vez más, la verdad se exhibe como espectáculo, o sea, como
ficción, como no verdad, como no vivencia… los toros y el boxeo pueden quedar
como espectáculos únicos donde lo que se alcanza es la verdad o donde, al menos,
hay un acercamiento a ella. Es una inversión interesante; y turbadora.
La misma esencia
de esas actividades hace que estén condenadas a escapar del fracaso (aun siendo
tan difícil conseguir la excelencia que se espera en su práctica y tan fácil la
aparición de lo grotesco) como no lo hacen otro tipo de artes porque no se
trata tan sólo de convenciones o de espectáculos codificados (y las artes y los
espectáculos fracasan), sino, mucho más, de experiencias terribles para sus
practicantes, lo hagan bien o lo hagan mal. No hay, de base, nada que reducir a
interpretaciones porque más que con un espectáculo el boxeo y los toros se
confunden con la vida.
Y es que, al
cabo, todo se reduce a eso: entretenerse con la ficción o entretenerse con la
verdad. Me gusta más la ficción (¡dónde va a parar!), pero me interesa más la
verdad. Y, claro, en los toros y en el boxeo está la belleza… y la muerte acechando.