Nietzsche empezó
diciendo que la vida sin música sería un error y acabó pensando que la vida con música de Wagner era el auténtico error. Esto es bien sabido. Asimismo, es
célebre su entusiasmo tardío por la música de Bizet y su ópera Carmen (decía, además, que la música
orquestal de Bizet era “prácticamente la única” que podía soportar).
Pero hubo un
entusiasmo postrero. Un deslumbramiento final extraordinario: la zarzuela,
descubierta por él en su final turinés. Concretamente La Gran Vía. El filósofo se vio
desbordado de vitalidad por los tipos populares que concurren en la obra de
Chueca y Felipe Pérez González (libretista). Y sobre todo, sobre todo, se vio sorprendido por este célebre número:
Al borde de la
locura, sus deseos estéticos de ligereza y veracidad se vieron cumplidos. Desde
luego, Wagner quedaba muy lejos.
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