Y parece que una
de las dificultades más grandes de la contradicción rossetiana de la alegría es
superar toda moral.
O se es alegre y
trágico o se es moral y, por tanto, anti trágico. Y en Rosset (como en sus
ilustres antecesores trágicos -o considerados trágicos por él-) ser anti
trágico es ser incapaz de aceptar la realidad tal cual. ¿Hay alguien capaz de
eso; de no poner velos, dobles o sustitutos paralelos a la brutalidad de lo
real? ¿Hay alguien capaz de vivir asumiendo en absoluto la irreductibilidad a
algo de lo que podamos imaginar sobre lo real; de vivir en la paradoja de las
paradojas? ¿Y, además, no es cualquier rechazo particular a cierto aspecto de
la vida un rechazo total de la realidad y de la vida?... Todos vivimos al
margen, pues.
Sin embargo… hay
algo; hay algo único que es en sí mismo una realidad única apartada de lo que
consideramos real y tan real como lo real: la música. Realidad realísima autónoma
de toda representación. Oh, milagro!... A ver. Seguiremos con ella en la próxima
entrega sobre Rosset.
No hay comentarios:
Publicar un comentario