Lo voy a decir de manera muy suave, en
voz baja y brevísimamente para no enfadar a casi toda la humanidad que escuchó
el discurso del papa en el Congreso de los EE.UU y que tan satisfecha se quedó:
qué cosa tan chata, roma (con minúscula, fuera bromas) y de bajo vuelo escolar.
Nada ‘malo’, desde luego; pero algo propio de una ideología de izquierda
divagante con acentos happy-flowers extemporáneos y sin ningún relieve
teológico, filosófico o histórico. Que sí, que sí, que es muy majo este papa,
pero sus discursos se los escribe su sobrino nieto durante el almuerzo del
colegio.
Precisamente por su condición de primer
católico, de hispano, de jesuita y de socialista -y en suma, de primer
representante de la llamada izquierda en el mundo- su discurso debería haber
sido mucho más reflexivo, selectivo y pugnaz. ¡En el Capitolio!... Lástima.