Superé las
pasiones
entregándome a
ellas.
La rabia, la
destrucción, la fuerza.
Desaté una
tormenta interminable.
Y, al final… el
milagro:
Un vértigo
subiendo hasta la mente
aplomado como
luz de virtud
me anunció
-más allá de las
noches y el arrepentimiento-
que había
encontrado la felicidad.
Voluntad
indomable en el filo del tiempo.
Y fui un hombre alegre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario