Y es que aparte
de la ilegalidad, la corrupción y la mentira sistemática de los políticos
nacionalistas está -y esto no es lo más grave, evidentemente, pero es una de
las cosas que más descorazona y acaba enervando-, está, digo, ese
comportamiento zafio y siempre falto de gusto, habitualmente pomposo pero
corralero y ridículo de que hacen gala allá donde van y hagan lo que hagan.
El gesto noble o
sólo elegante les es absolutamente ajeno. Dios nos coja confesados.
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