Parece que los independentistas han
retrocedido y no han ganado en número de votos en Cataluña, no; es verdad. Y
eso hay que celebrarlo. Pero han ganado muchos escaños y han obtenido muchos
votos; demasiados. Y van a gobernar. Y eso es descorazonador. Unos votan por
sentimentalismo, otros por odio, muchos por ignorancia. Sentimentalismo, odio e
ignorancia de cientos de miles de personas capaces de tragar los sapos de la
mentira económica sistemática, la manipulación periodística, la invención
histórica, la denigración arbitraria del contrario como arma política habitual,
el servilismo populachero, la corrupción convertida en estructura de gobierno,
la apropiación de las instituciones públicas… también la vulgaridad de un
grosero y orgulloso estilo propio. Otros dirán, no, es por la ilusión. Lo hemos
oído muchas veces. Pero qué ilusión tan espuria, tan irresponsable, tan
cómplice de lo malo. ¿Cuánto tiempo se puede vivir serenamente rodeado de este
clima político, de este empeño por lo irracional, de esta ausencia de dignidad
ética? Cuando una ilusión política colectiva vive en una fantasía que ha
desalojado de su campo de actuación la moral, cualquier cosa -mala- es posible.
Y a partir de ahora todavía más.
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