Y es que la
inepcia política nacionalista catalana también se permite despreciar a los
mejores creadores de su lengua. Por eso ya no tienen. Hasta hace no mucho hubo
algunos de primera categoría como el poeta Joan Vinyoli.
Vinyoli fue tan
humilde como honesto en su, digamos, catalanidad; pero fue libre y valiente
como poeta. Evitó la propaganda y los cantos de sirena oficiales. Y no le
quisieron. Y era el mejor poeta catalán de su momento.
Otro olvidado,
el vehemente periodista y crítico Ramon Barnils, escribió sobre ello -sin duda
con un pueril exceso de fe por la oficialidad de eso que llaman Cultura- (traduzco):
“(…) Bien, ahora
se ha muerto [Vinyoli], y veamos: al presidente Pujol, unos días antes de la
muerte del poeta, le telefoneó uno de los asesores de cultura de los que él
mismo tiene nombrados. El asesor le sugirió que igual convendría darle la
medalla de oro de la Generalitat a Vinyoli.
-Ya me
asesoraré- fue la increíble y exacta respuesta de Pujol. (…) Pujol no le
concedió la medalla ni fue al entierro (…)
La purria que pretende pasar por nuestras
minorías dirigentes estaba y está contra Vinyoli, vivo o muerto, porque bebía.
Una: la gente normal y corriente entiende muy bien que Vinyoli bebiera, vista
la purria que llevamos atada al
cuello. Y dos: aún bebía poco.”
Este artículo lo
escribió en diciembre de 1984. También dedicaba amargas palabras contra el
entonces alcalde Pascual Maragall.
Recordemos a
Vinyoli con uno de sus más célebres y hermosos poemas, La mesura d’un home (La
medida de un hombre):
"Ben sospesat, els dies
de joventut valen molt
per no donar-los un alt preu.
Si foren rics de foc i d’acció i disponibles
a tot
-una nit estelada
no la desdenyis, no val menys que els erms
transitats per la mort.
Si fores
fracàs, anhel i solitud i reserva
de la guspira que encén boscos
i no sols
projecte avar de guanys
d’hipòcrita domini,
sobretot si fores
pur en el pur, diré que vas donar
la mesura d’un home."
Cómo le va a querer el poder de la tribu...
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