Un jovencísimo Ernst Jünger escribe sobre
la I Guerra Mundial desde la primera línea de combate. Sus observaciones y
reflexiones son las de un guerrero que hace lo que tiene que hacer, pero sin
perder nunca la razón ni el sentido de la justicia. Estoicismo, comprensión del
deber, distanciamiento, coraje y ecuanimidad le permiten forjar un espíritu
libre y no tener que rendir cuentas ni pedir disculpas atormentando su mente en
medio de aquel exterminio. Maravillándose de la realidad cada día -ya desde el
espanto, ya desde el placer- y manteniendo la curiosidad intacta dentro del
horror comprende sin miedo la existencia como revelación de un enigma sin
fin.
“(…) En la guerra he aspirado siempre a
contemplar sin odio al enemigo, a apreciarlo como hombre de acuerdo con su
valor. Me he esforzado en buscarlo en la lucha para matarlo y no he esperado de
él otra cosa. Pero nunca he pensado que fuera un ser vil. Cuando más tarde
cayeron en mis manos prisioneros, me sentí responsable de su seguridad y
procuré hacer por ellos todo lo que estaba a mi alcance.”
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