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viernes, 22 de abril de 2016

Cervantes, Galdós y los mezquinos.


Me prometí no hacer más comentarios sobre la miseria nacionalista que invade y tritura Cataluña. Por higiene mental y, un poco, por promesa a una querida y fiel amiga que, a pesar de su inteligencia, está todavía atrapada en el bucle melancólico.
Pero en estos días de celebraciones Cervantinas el amigo Kiowa, empecinado y voraz crítico de su tierra -Dios le guarde-, me recuerda la desidia de  Barcelona para con el genio manco. Es cierto, Cervantes hizo en el Quijote una de las más generosas y bellas descripciones de la ciudad de Barcelona:

“(…) Archivo de la cortesía, albergue de extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en belleza, única.”

Que el novelista más genial de todos los tiempos escribiera esto no sirve para que los políticos de la capital catalana sean sensiblemente agradecidos y extiendan la figura del autor por la ciudad. No, no. Al contrario. Ocultar, obviar, olvidar. Esta es la miseria del nacionalismo, un resentido sentido de inferioridad que saca pecho para mostrar sus idiosincráticas miserias.
Otro tanto podríamos decir de la relación de Gerona y Pérez Galdós, inmenso escritor que dedicó a esa ciudad uno de sus episodios nacionales. Desde luego, la mejor novela que se haya escrito jamás sobre Gerona. Algo que la desborda. Pues que yo sepa ni una puñetera calle dedicada a don Benito; ni una estatuita.

Si los dos gigantes levantaran la cabeza verían en manos de quién habían caído esos lugares a los que honraron con su talento: enanos mezquinos.   

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