Hoy, una trivial
coincidencia me ha hecho saber algo que desconocía. Un desconocimiento muy
gordo que me avergüenza. Una de esas cosas que forman parte tangencial de la
Historia, pero que contribuyen inesperadamente a hacer de ella algo vivo,
continuo, inquietante… en este caso también algo casi viscoso. De una
viscosidad que acaso nos revela la insoportable estupidez de nuestra aparentemente
amable cotidianidad.
El caso es que
una de las firmas de moda y complementos más merecidamente reputadas del mundo,
Hugo Boss, contribuyó como pocos a la estética nacionalsocialista del Tercer Reich.
El fundador de
la casa que lleva su nombre (Hugo Ferdinand Boss), convencido nazi hasta la
catástrofe final, se sirvió de trabajadores (esclavos) judíos en los años
treinta y cuarenta del sigo anterior para confeccionar los elegantes uniformes
de las SA (los Camisas pardas del partido nazi), las Waffen-SS (el cuerpo de élite paramilitar de Hitler) y las Juventudes Hitlerianas. Todo de diseño
propio. El éxito fue rotundo.
Es bien sabido
que muchas marcas alemanas actuales -desde la automoción a las químicas-
estuvieron codo a codo con el nazismo y fueron definitivas en su pujanza
mortal, pero lo de la moda, una cosa banal y supuestamente inocua, eso de los
trajes pegados a la piel de aquellos fanáticos genocidas que no paraban de mirarse
al espejo... da una grima especial.
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