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jueves, 18 de junio de 2015

El léxico educativo nacionalista


Uno de los síntomas más abyectos de la intencionalidad nacionalista en la educación es la decantación de un lenguaje convertido en costra desafecta de todo lo que a los ideólogos identitarios les pueda sonar a español. El sentido de superioridad (¿!) va de la mano de un desprecio apenas disimulado con pringosa cursilería.  
Uno de los términos que más he oído últimamente es el de “románico” para referirse a alumnos de cualquier país de lengua románica… ¡incluidos los hispanoamericanos y seguramente los que llegan de otros lugares del Estado! O sea, los españoles y los hispanos -cuya lengua materna es el español, la lengua común del país donde han venido a vivir y a estudiar; lengua oficial junto al catalán en Cataluña- están en el mismo saco que los rumanos (porque franceses, italianos y portugueses no me consta que haya muchos en los institutos públicos de Barcelona), esto es: extranjeros. Todos extranjeros y en el mismo cercado. Y así es, los meten juntos en clases especiales: “aules d’acollida” las llaman (“aulas de acogida”). Qué tierno.
Hablaba de desprecio y cursilería, pero también hay que hablar de ignorancia; de la inmensa ignorancia que va sembrando la imposición del pensamiento único nacionalista en el ámbito educativo… y el erial que está creando. A la jerga de la Logse se suma la jerga nacionalista. El no va más de la ignorancia enfática.
Seguro que los responsables de introducir toda esta insidiosa estupidez no saben que ya en 1812 la Constitución de Cádiz consideraba ciudadanos españoles iguales tanto a los del hemisferio Norte como a los del hemisferio Sur, o sea a los residentes en España y a todos los residentes en los países de Hispanoamérica. Y tanto los blancos como los indígenas. Ciudadanos. Iguales. Sin fronteras ni etiquetas. La Constitución española de 1812. Y se me dirá: “pero, hombre, si los alumnos de los que hablas son iguales en derecho”. Pues no, parece que no lo son con respecto a sus colegas del resto (o casi) del Estado, donde no hay segregación. Además, ya sabemos que la socavación del Derecho empieza siempre por una utilización corrupta del léxico.

Nacionalismos y despotismos varios, ex aequo en España y América, han ido siempre contra ese sentido de la igualdad. Y después de más de dos siglos el resultado de la lucha no está claro. Si los de La Pepa levantaran la cabeza…

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