Uno de los
síntomas más abyectos de la intencionalidad nacionalista en la educación es la
decantación de un lenguaje convertido en costra desafecta de todo lo que a los
ideólogos identitarios les pueda sonar a español. El sentido de superioridad
(¿!) va de la mano de un desprecio apenas disimulado con pringosa
cursilería.
Uno de los
términos que más he oído últimamente es el de “románico” para referirse a
alumnos de cualquier país de lengua románica… ¡incluidos los hispanoamericanos
y seguramente los que llegan de otros lugares del Estado! O sea, los españoles
y los hispanos -cuya lengua materna es el español, la lengua común del país
donde han venido a vivir y a estudiar; lengua oficial junto al catalán en
Cataluña- están en el mismo saco que los rumanos (porque franceses, italianos y
portugueses no me consta que haya muchos en los institutos públicos de
Barcelona), esto es: extranjeros. Todos extranjeros y en el mismo cercado. Y
así es, los meten juntos en clases especiales: “aules d’acollida” las llaman
(“aulas de acogida”). Qué tierno.
Hablaba de
desprecio y cursilería, pero también hay que hablar de ignorancia; de la
inmensa ignorancia que va sembrando la imposición del pensamiento único
nacionalista en el ámbito educativo… y el erial que está creando. A la jerga de
la Logse se suma la jerga nacionalista. El no va más de la ignorancia enfática.
Seguro que los
responsables de introducir toda esta insidiosa estupidez no saben que ya en
1812 la Constitución de Cádiz consideraba ciudadanos españoles iguales tanto a
los del hemisferio Norte como a los del hemisferio Sur, o sea a los residentes
en España y a todos los residentes en los países de Hispanoamérica. Y tanto los
blancos como los indígenas. Ciudadanos. Iguales. Sin fronteras ni etiquetas. La
Constitución española de 1812. Y se me dirá: “pero, hombre, si los alumnos de
los que hablas son iguales en derecho”. Pues no, parece que no lo son con
respecto a sus colegas del resto (o casi) del Estado, donde no hay segregación.
Además, ya sabemos que la socavación del Derecho empieza siempre por una
utilización corrupta del léxico.
Nacionalismos y
despotismos varios, ex aequo en
España y América, han ido siempre contra ese sentido de la igualdad. Y después
de más de dos siglos el resultado de la lucha no está claro. Si los de La Pepa
levantaran la cabeza…
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