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martes, 9 de junio de 2015

El 'pueblo'. (Contradicciones políticas.)


Muerto el maestro Agustín (García Calvo), única persona conocida que sabía utilizar la palabra ‘pueblo’ de forma digna y creativa, sin mancillarla o ridiculizarla en discurso ideológico y a beneficio de inventario, las fieras políticas se han lanzado otra vez sobre la presa a ver qué tipo de ganancia sacan de ello. Y la sacan, claro está. El resultado es que pocas veces se ha mentido tan alegremente en nombre del pueblo y pocas veces tantas personas de buena fe se lo han tragado. Los demagogos vienen y van según la vanidad de la gente. Cuando hay miedo y desconfianza, cuando hay retracción del pensar y del hacer libres es que ha llegado el momento de hablar del ‘pueblo’ para el político que necesita de ‘él’. Esa necesidad significa la mayor cantidad de votos posible, o sea, de suma de individuos. 
Y eso precisamente es lo que deploraba Agustín, porque ‘pueblo’, tal y cómo nos enseñó el sabio zamorano, acaso (sólo acaso) podría ser la voz de la razón, pero de una razón inquieta, indefinida e incontable, que es lo contrario de lo que entiende el discurso adulador de estos políticos del pueblo.
Pueblo es posible que fuera, por ejemplo, Sócrates, con su voz libre, incómoda, razonante y contradictoria. Pueblo libre, inasible e indefinible; por tanto, imposible de ser halagado, imposible de ser manipulado. Un pueblo que, precisamente, fue llevado a la muerte por la suma de los votos de ese otro pueblo que es manipulable, halagable y contable: el que compuso la mayoría democrática de un jurado de la antigua Atenas.

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