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miércoles, 23 de diciembre de 2015

Elecciones. Lo peor.



(Una de las cosas peores ya ha pasado: la desaparición de UPyD.)

A partir de ahora lo peor sería:

Que fueran incapaces de acercar posturas y llegar a pactos los dos partidos mayoritarios.

Que Ciudadanos quedara fuera de una coalición entre los dos partidos ganadores como referente de un liberalismo renovador, moderno, pragmático, legal y antinacionalista. 

Que la izquierda más razonable se descolgara de lo prudente.

Que llegara al poder una amalgama de la actual izquierda divagante, anti-sistemas descabezados y nacionalistas disolventes.

En un país donde las reformas educativas (Logse, especialmente), junto con las propagandas clientelar y regionalista, han ido creando nuevas generaciones de votantes casi del todo ignorantes de la historia, de la filosofía (práctica) y, por tanto, de la reflexión política no es extraño que en épocas de crisis la gente se empuje aún más al abismo recurriendo a partidos aparentemente protectores y especialistas en responsabilidades ajenas, pero no en méritos propios. Cuando las cosas van mal y surgen los ‘teóricos’ de la catástrofe, el rédito para los mesías políticos aumenta, mientras que el redil de las diferentes tribus de la comunidad se va cerrando en busca de calor y reconocimiento identitario.

Que aún se asocie de plano el concepto de ‘progreso’ con la izquierda y se contraponga a la derecha (derecha entendida desde la visión simplista de la izquierda actual) es una de las inercias ideológicas presentes más fascinantes por reductora y falsa. Pero funciona. Lo mismo se podría decir sobre la visión unívoca que cierta derecha actual tiene sobre la izquierda. 
Es necesario constatar que las mitologías del ciudadano que vota actualmente en nuestras democracias pueden ser acaso menos visibles, pero tan intensas como las del ciudadano que actuaba en el Antiguo Régimen o en la Ilustración. Y el mito que más se ha extendido a través del tiempo en cuanto a una perspectiva genérica de la política es la simplificación dualista izquierda-derecha. Desde un punto de vista materialista se trata de una visión puramente metafísica y por tanto incapaz de ver los procesos y condiciones políticas reales que se van sucediendo a lo largo de la historia así como los de ahora mismo. La metafísica política necesita eludir el pluralismo de la realidad y por tanto el esfuerzo necesario por conocer todos los elementos que entran en juego. Es el evangélico “El que no está conmigo está contra mí…”, que en aquel contexto se entiende al fin como mensaje escatológico, pero que en un contexto político determinado es inaceptable precisamente por convertirse automáticamente en totalitario y peligrosamente excluyente. El totalitarismo de los nacionalismos y de los izquierdismos y derechismos. Hoy es el pensamiento vago; el de lo políticamente correcto. Por eso, cuando todo un líder del segundo partido más votado (Pedro Sánchez) dice que de entrada no va a apoyar al líder del partido más votado y que quiere un presidente “progresista” (se supone que él), yo creo que, simplemente, no sabe lo que está diciendo.

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