“Tipo inconfundible de acromegálico,
hombre desproporcionado, laxo, de musculatura fláccida y atrofiada, de
extremidades voluminosas, como un antropoide, acaso un deficiente mitral, más
apto para la defensa flemática que para el ataque vivo (…)”
En estos términos zoológicos describía en
1930 el periodista Luis Calvo al campeón italiano de los pesos pesados Primo
Carnera.
Podría ser una descripción del nuevo
campeón del peso máximo actual, Tyson Fury, un anglo-irlandés de ascendencia
gitana nacido prematuramente en una caravana; brabucón, charlatán delirante,
patán de trajes a cuadros, ultrarreligioso milenarista, amigo de peleas
suburbiales a puño desnudo; boxeador gigantesco (2,06 m), desgarbado, sin
estilo ni técnica, pero ágil, resistente y de envergadura imposible para sus
contrincantes. Sin duda ha animado el tedioso panorama de los pesados
irrumpiendo como un meteorito al derrotar al intratable ucraniano Vladimir
Klitschko, dominador absoluto de la modalidad.
Fury le gritó a Klitschko antes de la
pelea: “¡¡Hasta ahora has ganado porque nunca peleaste contra el rey de los
gitanos!!!”
De momento, Fury no es un “gigante
bueno”, como llamaban a Carnera, y veremos por dónde va su excelente carrera,
pero asimismo desprende ese aura fatalista y desesperada que llevó al italiano a
acabar sus días como protagonista en papeles de monstruo para patéticas
películas de serie ‘B’.
No hay comentarios:
Publicar un comentario