Estamos acostumbrados desde hace tiempo a
las sonadas miserias del Parlamento catalán. Sí, ha habido muchas, variadas y
para todos los gustos -“la feina ben feta no té fronteres”-.
Pero una de las más abyectas y que
retrata al completo a la mayoría numérica de esa casa de barrets es el voto contra una aséptica propuesta por la
neutralidad política en los centros de enseñanza. Un elemental intento de
garantizar la imparcialidad en la educación pública. Una educación que pagan
todos los ciudadanos españoles.
Un principio ético básico. Una garantía
mínima en cualquier democracia. Un deber. … Pues no. Ni eso.
¿Por qué no dan de baja a ese chiringuito de
matones?
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