Baturro cachondo y bonachón; alma de cántaro del que se reían casi todos, pero al que todos querían.
Perico Fernández cumplió al completo con la imaginería novelesca del boxeador: niño abandonado, recogido, atraído por el dinero y las promesas de gloria; peleador nato, encumbrado, rico, alabado, mujeriego, bebedor, engañado, arruinado, caído, enfermo y olvidado. Al final, la suerte de tener unos amigos fieles impidió la indignidad.
En este documental también encontramos a Alfredo Evangelista. Amigo y vecino de Perico en Zaragoza. Otro luchador grande, muy grande. Campeón europeo del peso máximo. Se le arrebató injustamente el título mundial frente a Mohamed Alí en el -77.
Este es un reportaje sobre los dos. Con algún tópico consabido, con algún lugar común inevitable, pero -es boxeo- lleno de realidad y verdad.
Descanse en paz Perico. Y larga vida a Alfredo.
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