La celebérrima Rumble Fish (La ley de la calle).
Un padre
destruido por el desamor y el alcohol, un hijo pequeño tan noble como ingenuo, y
el hermano mayor como héroe trágico y centro del drama. La lucidez del padre,
la locuacidad ignara del hijo pequeño y el silencio introspectivo del mayor.
Esta escena
íntima familiar (excelente escena de rostros) nos dice que es mejor ser
mediocre y no tener ningún talento en una situación de marginalidad porque un
talento no encauzado sólo puede llevar a la incomprensión, a una cruel
infelicidad y a la autodestrucción. (Toda la película gira en torno a eso.)
La escena es
magnífica. ¡Pero!... Pero, ay, esa sensación de romántica impostura y poca
autenticidad que transmite al cabo. Nos capta y luego nos aparta. Es algo que
ocurre en muchas escenas y aun películas enteras del virtuoso F. F. Coppola… No
encontrar el fiel entre la realidad y el sueño; entre la certeza y lo irreal.
Quizá lo quería así y así hizo su cine. Pero qué lástima que este hombre no se
haya dedicado más al cine puramente fantástico.
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