El final más
bello de la historia del cine. My darling Clementine. John Ford.
Un paisaje
infinito, rebosante de luz diáfana. La tierra misma. Esa claridad celeste, como la de un paraíso en ciernes. Una mujer y un hombre que podrían ser los primeros de la Creación. La inocencia recia de unos
personajes que han sabido preservar un alma inmaculada tras experimentar
terribles pruebas vitales. El amor contenido porque saben que cada uno tiene
aún que acabar de cumplir con su deber. La promesa incierta de reencuentro sin
melancolía. La serena cadencia de toda
la escena… Nobleza.
Iba a comentar algo pero no puedo soportar tanta belleza. Hasta el polvo, el pequeño rastro de polvo del camino, sobre la tierra y la grava apisonada, el polvo seco y claro, ese polvo es HAMOR.
ResponderEliminar¡Pero bueno! ¿Y el final de The Searchers? ¿Esa pose de John Wayne? ¿La mano sujetando el brazo? No, hombre, el mejor noooooo...
ResponderEliminarÉste es mucho más hermoso. El otro tiene la carga simbólica.
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