Forzar la
igualdad (pero, realmente, ¿qué es eso?) a golpe de igualitarismo es una de las
maneras más decrépitas y tristes de hacer justicia contra la irrevocable
desigualdad de la realidad y especialmente contra la literalmente infinita
variedad de apariencias físicas.
Parece ser que
la presidenta del Observatorio contra la Violencia de Género del CGPJ quiere
erradicar los piropos masculinos porque dice que “suponen una
invasión a la intimidad de la mujer”.
Qué pena. Dejando
aparte ese frívolo atrevimiento de juntar los términos “invasión” e “intimidad”
referidos a la mujer en un género tan fugaz, ligero y volátil como el del
piropo, habría que explicarle a esta santa señora que el piropo es un arte
practicado durante milenios por esforzados caballeros adiestrados en el bien
mirar y mejor decir, un decir a veces incluso circunspecto y académico,
trabajado en la admiración de la belleza o de la gracia, la contención del
deseo y la decantada música de un verbo ingenioso, oportuno y halagador.
La revocación
del piropo sería precisamente dar la razón a los que han practicado la
grosería, ésta sí, intolerable, contra las mujeres y la censura de su antónimo
exacto, ese tipo de creación puramente masculina que fulge como una llama fugaz
cuando una mujer, aun sin saberlo, regala a su paso algo especial. Así que: brujas mandonas y aburridas... dejadnos la libertad del piropo!!
¡Guapo!
ResponderEliminar¡Digo!
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