André Derain fue uno
de esos pintores -uno de los que más- que en un momento de su vida tomó la
ética creativa por los cuernos y decidió dejar de ser un pintor decorativo para
ser un pintor de la tradición y de la realidad. Eso le valió la consideración
de reaccionario de la pintura. Bueno. Dejó atrás el juego cromático y el efectismo
fauve y se puso manos a la obra en el estudio del dibujo, la construcción y el
matiz; se remontó a la pintura parietal romana y llegó hasta sus contemporáneos
más sólidos, el primero Cezanne. Le adjetivaron de seco y académico. Esos calificativos aparecen en algunos diccionarios del arte. En fin.
Es fascinante
ver la evolución de su madura pintura imitativa sobrevolando la tradición como
un buitre obsesivo en busca de formas que son acentos, interpretaciones o
amalgamas de estilos bien cristalizados en el mundo del arte. Es el trabajo, el
reconocimiento, el gusto, la sensibilidad, el saber… también el fracaso, pero siempre con un talento despierto tributando
homenajes. Qué placer para la mirada son esos cuadros. Serios, densos, voluntariosos... ¿Que quedan fuera de una
cultural historia de la pintura contemporánea?... Ja, ja, ja…!! Estupendo, no hay nada como un paseo por los
márgenes para reconciliarnos con el arte y volver a disfrutar.
Pues a mí estos cuadros de tradición y realidad me parecen decorativos... ¿o no?
ResponderEliminarSí, pero merecen una mirada más pausada e íntima que un fauve, por ejemplo.
ResponderEliminar