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domingo, 15 de marzo de 2015

Azaña. Un discurso antes de.


En uno de los discursos dados en Barcelona posteriores a la dimisión de Miguel Primo de Rivera (enero de 1930), Manuel Azaña, convencional pero listo, adornado y un poco retoriquero, hábil adulador de la audiencia del momento aunque ya eficaz decantador de mensajes rotundos tiene paréntesis de elevada inspiración en los que, a la vez que exagera a conciencia la crítica sobre la dictablanda de Primo (un tiempo de inesperada eficacia política y económica), se permite colar unas lecciones de civismo republicano a los nacionalistas… especialmente en este fragmento:

“Yo no soy patriota. Este vocablo que hace más de un siglo significaba revolución y libertad ha venido a corromperse, y hoy manoseado por la peor gente incluye la acepción más relajada de los intereses públicos y expresa la intransigencia, la intolerancia y la cerrazón mental.  Mas si no soy patriota sí soy español por los cuatro costados aunque no sea españolista. De ahí que me considere miembro de una sociedad ni mejor ni peor en esencia que las demás europeas de rango equivalente. Y es cuanto español que me anima el espíritu propio de un liberal que hallándose predeterminado en gran parte por inclinaciones heredadas, las corrige, las encauza hasta donde le permite el desinterés de la inteligencia.”

La penúltima frase deberían considerarla los fúnebres y pesimistas políticos y ‘opinadores’ de ahora. Pero la última frase es sensacional. Impensable en un político actual. Esa corrección de lo heredado por el “desinterés de la inteligencia”. Una inteligencia que sabe separar el grano de la paja política.

No sé si en aquel momento entenderían todos los presentes. Luego, el nacionalismo no perdió la oportunidad de traicionar al Gobierno republicano.

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