De entre los
montones de cuentos, patrañas y mentiras que se explican sobre países, naciones
y grupos humanos los más persistentes y delirantes suelen ser, ¡aún!, los de los judíos.
Por ejemplo,
cuando médicos israelíes fueron a Haití después del gran terremoto surgieron
voces denunciando que habían ido para robar órganos de los damnificados
isleños.
El libelo de
sangre todavía funciona contra los judíos. Funciona con la misma eficacia que en la Edad Media. Pero lo más sorprendente es que funciona en organismos
internacionales del peso de la ONU por presión de oscuras asociaciones y
oenegés que, como la EAFORD (de origen libio y en nombre de la integración racial) denuncian -en este caso, en 2010- sin prueba alguna y en sintonía con lo
de Haití que el Estado judío comercia con órganos de jóvenes árabes
secuestrados. Al final, la ONU tragó, publicó la calumnia y organizó una sesión farsa en
el Consejo para los Derechos Humanos con sede en Ginebra.
Parece que la mentira y la credulidad irracional
sigue funcionando de maravilla si es contra los judíos e Israel. Ellos siguen
siendo el gran chivo expiatorio de los fantasmas colectivos de medio mundo. Lo
que pasa es que ahora están armados hasta los dientes, y no se dejan… y eso cae
muy mal a los humanitaristas de pacotilla.
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