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domingo, 4 de octubre de 2015

Miguel Ángel Velasco


Ahora hace cinco años, ¡ya!, que murió Miguel Ángel Velasco. El único poeta contemporáneo publicado por Agustín García Calvo en su editorial. Se fue en un arrebato de los suyos, buscando la intensidad y el momento supremo. Fue un poeta formal y fervoroso; en lucha de razón contra la terrible potencia de los sentidos; buscando su secreto: consiguió transmitirnos, sin duda, algunas “palpables maravillas”, como dijo Agustín. Él sintió lo que no sentimos muchos, pero lo dejó clavado en piedra en algunos versos como éste:

“(…) y al aspirar el humo
se anega el cuerpo en su placenta antigua.”

Y buscó tanto la vida que topó con la muerte, y quedó yerto, pero no mudo:

“Míralas bien las cosas: reverberan
tocadas por el polen de la aurora:
la filigrana lenta de la savia,
el trémulo rocío, cada gota
en que se copia entera la mañana (…)”

La delicia de lo creado, la mentira de la muerte, lo imposible... El amor a la vida y lo extraordinario:

“(…) Hoy te he abrazado, padre, y he sentido
crujir tu cuerpo como un leño seco,
y he tenido vergüenza de mis brazos.
El agua de una lágrima ha venido
a lavarme el dolor. Ha sido entonces
que he ido a mirarte, padre, el dulce rostro,
que he ido a decirte adiós… y eras mi hijo.”


Impresionante. La sabiduría en el milagro de una fabulosa gracia inesperada.

2 comentarios:

  1. No lo conocía, qué versos más hermosos (y lo dice una prosaica empedernida). Pero, ¿¿de verdad tenía esa pinta??

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  2. No, más bien iba vestido un poco a la antigua. Esa foto de místico oriental me resulta extraña en él.

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