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domingo, 17 de agosto de 2014

Toda la fiesta nacionalista


Parece que llegar a las simas (con 's', tiremos para abajo) de la mentira, la hipocresía y lo grotesco no es óbice para que las mentes políticas nacionalistas catalanas se detengan a reflexionar sobre la situación de indigencia general extrema a la que han llevado de la manita en una excursión colegial continua a Cataluña.
La última vuelta de tuerca es el intento de mitigar con disimulos y sofismas ridículos el hecho de que el patriarca mayor, llamado cursi y pomposamente “muy honorable”, fuera un ladrón sinvergüenza sistemático creador de una saga de sinvergüenzas sin escrúpulos. Pues bien, este susodicho ultra súper honorable ha sido la baliza ideológica principal de nacionalistas enteros, mediopensionistas y distantes, y de todos los que se han tragado sucio, entero y mentiroso el discurso de más de tres décadas de honorabilidad ofendida por la maldad proveniente de ‘Madrit’.  Todos esos que dicen que “votar es normal”, cuando lo normal, necesario e imprescindible sería cumplir unas leyes que no cumplen y que están ahí precisamente para garantizar justicia e igualdad en un país en el que cada idiota identitario (en el sentido etimológico y radical de la palabra ‘idiota’) con ínfulas democráticas fundamentalistas y por mor de su manera de hablar, costumbres, folclore o, simplemente, por sus huevos (que es el argumento reductor real, lo demás son artimañas) cree que puede retorcer lo que es razonablemente común para pervertirlo en beneficio propio atacando así un Estado de Derecho que tanto esfuerzo ha costado erigir y tan difícil es mantener en pie y mejorar. Por eso, en el nacionalismo todo es corrupto por mucho que se ampare en esa supuesta panacea votante sobre cuyos posibles resultados siempre ha mentido descaradamente la Asamblea Nacional Catalana, como ha mentido en todo.
Recordemos otras asambleas supuestamente democráticas -y mucho más dignas que este club de chulos regionales- como, por ejemplo, la antigua de Atenas, a la que Platón hizo responsable nada menos que de la muerte de Sócrates, o sea de la muerte de un hombre inocente defensor de la verdad, y según decisión criminal de la mayoría. Pues eso. Los nacionalistas catalanes, como cualquiera otros ideólogos nacionalistas, quieren hacer lo mismo, matar la verdad con la argucia del fundamentalismo democrático… ¡y aun siendo una minoría! Alucinante.



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