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viernes, 1 de agosto de 2014

Un verano con Moby Dick (XIV)


Ahab se trae a su propia tripulación, que esconde en un rincón del sollado de popa hasta el momento oportuno. Cuando aparecen en cubierta con el capitán causan congoja en la marinería:

“(…) Mas en aquel momento se oyó una exclamación súbita que apartó de las ballenas todas las miradas (…) Ahab se presentó rodeado de cinco sombríos fantasmas que parecían haber emergido de repente en medio del aire.”

El golpe psicológico es fuerte. La variopinta y arrojada tripulación del Pequod queda de pronto como al margen de la confianza de Ahab, que al parecer necesita unos marineros con características especiales surgidos de Dios sabe dónde.
Son cinco demonios de los rincones más orientales de la tierra. Cuatro “de un amarillo tigre”, “ (…) y una diabólica sutileza”, y el quinto, llamado Fedallah, “una figura oscura”, “(…)vestida de negro” “(…) con un turbante de cabellos blancos entrelazados y enredados en torno a la cabeza(…)”.
La actividad de estos profesionales es frenética y eficaz desde su salida a la luz. Pero su presencia es sin duda otro signo más de la siniestra misión a la que todos los habitantes del barco están abocados. El enigma que representa la figura de Fedallah hechiza las miradas:

“(…) Era una de esas criaturas a quien la gente civilizada de los países templados no ve sino en sueños, y ello muy confusamente.”


El trabajo más difícil… el trabajo de la venganza, el trabajo de la sangre, el trabajo del matarife especializado queda para los demonios orientales, cazadores expertos en las más peligrosas tareas del mar. La tarea de la búsqueda y muerte de la bestia es apropiada para esos seres que viven agazapados en rincones inimaginables del mundo, de los que sólo salen para llevar a cabo con toda naturalidad lo más ominoso, lo inconcebible. No son trabajos sólo de fuerza, capacidad e ingenio. Eso lo hace muy bien el productivo hombre occidental. Hay algo más. Son trabajos que requieren familiaridad con el inframundo y alianzas con fuerzas ocultas. Ahab siente toda esa turbulencia en su interior y por eso los escoge.

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