Translate

viernes, 3 de octubre de 2014

Un verano, y más, con Moby Dick (XXXVII).


La guerra es larga y presenta diversas batallas en que las estrategias de los cazadores se ven sorprendidas una y otra vez por el imprevisible comportamiento del animal:

“(…) la Ballena Blanca se lanzó a una velocidad vertiginosa (…) entablando batalla con mandíbulas abiertas y coletazos, como si estuviera dispuesta a acabar con la última cuaderna de las pequeñas balleneras, sin retroceder ante los múltiples dardos que le lanzaban desde todos lados.”

Moby Dick aparece como una tierra estacada; una isla maldita erizada de lanzas; un campo de Marte en el que, a partir de entonces, sólo iba a caber la búsqueda de la sangre y la aniquilación.
Y, mientras, llenando permanentemente los espacios y envenenando el mar:

“(…) el diabólico grito de guerra de Ahab lo dominaba todo.”


En la literatura americana Ahab es el primer representante puro de la guerra perpetua. Una anomalía romántica muy atrayente en el país de la industria, la acumulación material y el comercio progresivo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario