La guerra es
larga y presenta diversas batallas en que las estrategias de los cazadores se
ven sorprendidas una y otra vez por el imprevisible comportamiento del animal:
“(…) la Ballena
Blanca se lanzó a una velocidad vertiginosa (…) entablando batalla con
mandíbulas abiertas y coletazos, como si estuviera dispuesta a acabar con la última
cuaderna de las pequeñas balleneras, sin retroceder ante los múltiples dardos
que le lanzaban desde todos lados.”
Moby Dick
aparece como una tierra estacada; una isla maldita erizada de lanzas; un campo de Marte
en el que, a partir de entonces, sólo iba a caber la búsqueda de la sangre y la
aniquilación.
Y, mientras, llenando
permanentemente los espacios y envenenando el mar:
“(…) el diabólico
grito de guerra de Ahab lo dominaba todo.”
En la literatura
americana Ahab es el primer representante puro de la guerra perpetua. Una
anomalía romántica muy atrayente en el país de la industria, la acumulación material y el comercio progresivo.
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