Unas palabras
sobre una objeción que me hicieron unos jovenzuelos fundamentalistas
democráticos (sin saberlo) de buena fe a propósito de la democracia, y de ésta
en la concepción de algunos célebres filósofos griegos.
Que sí, que la
crítica a la democracia de los principales filósofos fue muy importante (¿ya no
se os enseña en los institutos y universidades?); desde figuras ahora un tanto
olvidadas como el socrático Jenofonte y
el orador y educador Isócrates hasta Platón y Aristóteles. Es cierto que la
guerra demolió en los atenienses una confianza digamos definitiva en esta
concepción. ¿Cuál era la alternativa? Bueno, para Aristóteles y Platón,
especialmente para este último era el conocimiento, o sea, la filosofía. Y esta
filosofía reconocía un gobierno tiránico. El gobierno era cuestión de
sabiduría. Pero Platón fracasó en su gobierno de Siracusa. Aristóteles moduló
la postura platónica, claro, y se decantó más bien por una democracia moderada
para superar lo que consideraba degeneración inevitable de las democracias.
Quería un modelo viable, humano, aceptable, un punto medio, como en su ética;
pero sobre todo quería el respeto a la ley, nómos,
como costumbre y como convención destinada a garantizar un cierto orden de
justicia duradero, y defendido, si fuera necesario, por la fuerza. En cualquier
caso, todos aprendieron de Sócrates que es imprescindible la confianza en el
conocimiento individual más allá de la la suerte de los sorteos y los votos o
las agrupaciones de gente que se supone piensa igual pero puede estar fanatizada
y guiada por los demagogos que se arrogan una figura privilegiada inventada por
ellos mismos: ser la voz del pueblo, y serlo para defender sus propios
privilegios frente a otro tipo de poder o frente al mismo pueblo e incluso
contra la ley democrática. Eso es el populismo.
Todo esto vino
del post [“El ‘pueblo’. (Contradicciones políticas.)”] sobre las
contradicciones de la política y la muerte de Sócrates por un tribunal
democrático. Y no se trata aquí de impugnar la democracia, al contrario, sino
de hacer ver a los más jóvenes cómo un sistema como el democrático ni antes ni
ahora en una democracia desarrollada capitalista y pletórica en bienes de
consumo puede resolver del todo las complejas contradicciones de las sociedades
políticas. Precisamente quien así piensa es el fundamentalista democrático.
Simplemente.
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