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viernes, 24 de julio de 2015

Fundamentalismo democrático. Aclaración.


Unas palabras sobre una objeción que me hicieron unos jovenzuelos fundamentalistas democráticos (sin saberlo) de buena fe a propósito de la democracia, y de ésta en la concepción de algunos célebres filósofos griegos.
Que sí, que la crítica a la democracia de los principales filósofos fue muy importante (¿ya no se os enseña en los institutos y universidades?); desde figuras ahora un tanto olvidadas como el socrático Jenofonte  y el orador y educador Isócrates hasta Platón y Aristóteles. Es cierto que la guerra demolió en los atenienses una confianza digamos definitiva en esta concepción. ¿Cuál era la alternativa? Bueno, para Aristóteles y Platón, especialmente para este último era el conocimiento, o sea, la filosofía. Y esta filosofía reconocía un gobierno tiránico. El gobierno era cuestión de sabiduría. Pero Platón fracasó en su gobierno de Siracusa. Aristóteles moduló la postura platónica, claro, y se decantó más bien por una democracia moderada para superar lo que consideraba degeneración inevitable de las democracias. Quería un modelo viable, humano, aceptable, un punto medio, como en su ética; pero sobre todo quería el respeto a la ley, nómos, como costumbre y como convención destinada a garantizar un cierto orden de justicia duradero, y defendido, si fuera necesario, por la fuerza. En cualquier caso, todos aprendieron de Sócrates que es imprescindible la confianza en el conocimiento individual más allá de la la suerte de los sorteos y los votos o las agrupaciones de gente que se supone piensa igual pero puede estar fanatizada y guiada por los demagogos que se arrogan una figura privilegiada inventada por ellos mismos: ser la voz del pueblo, y serlo para defender sus propios privilegios frente a otro tipo de poder o frente al mismo pueblo e incluso contra la ley democrática. Eso es el populismo.

Todo esto vino del post [“El ‘pueblo’. (Contradicciones políticas.)”] sobre las contradicciones de la política y la muerte de Sócrates por un tribunal democrático. Y no se trata aquí de impugnar la democracia, al contrario, sino de hacer ver a los más jóvenes cómo un sistema como el democrático ni antes ni ahora en una democracia desarrollada capitalista y pletórica en bienes de consumo puede resolver del todo las complejas contradicciones de las sociedades políticas. Precisamente quien así piensa es el fundamentalista democrático. Simplemente.

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