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domingo, 6 de julio de 2014

Un verano con Moby Dick (VI)


En las primeras noticias sobre Ahab se nos coloca en la espesa ambigüedad del gnosticismo que atraía a Melville:

“(…) El capitán Ahab es un gran sujeto, impío y divino.”

… le informan a Ismael los propietarios del Pequod.

“Sé que es un buen hombre, pero no un buen hombre devoto (…) sino un buen hombre maldiciente.”

La bondad va pareja con la maledicencia. Como el Ahab bíblico, rey ambiguo, atormentado por los cultos a Baal de su esposa Jezabel, propenso al sincretismo, enfrentado al profeta Elías,  asimismo nombre de ese mendigo que alerta a Ismael y Queequeg sobre su viaje antes de la partida. El rey en cuya sangre se bañaron las prostitutas y lamieron los perros.

La atracción de la maldición, la grandeza errada y la más grande soledad. Este Ahab de los mares oculta otro tipo de idolatría y determinación hasta la muerte.

(En la ilustración: Retrato de Melville como Ahab.)

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