¿Cómo no
recordar el misterioso ser líquido del planeta Solaris de la novela homónima de Stanislaw Lem en estas palabras de
Ismael?:
“(…) El mar oscuro
seguía alzándose ante nosotros como si fueran sus enormes olas una conciencia y
estuviera el alma del mundo sufriendo la angustia y el remordimiento de los
largos y múltiples pecados y aflicciones que ocasiona.”
Esta frase
podría estar perfectamente impresa en Solaris. Es más, lo está. Lo está parafraseada en
muchas de sus páginas. Serviría como una síntesis extrema de la novela. Es la
representación mítica y, ojo, en forma física, que ahí está la gracia, de la
conciencia insondable de la humanidad en Melville, y, por otra parte, la transformación de ese
mito en una mística renovada en el enigma científico de Lem.
Pero el primero
fue Melville.
(v. en el blog: Solaris. Lem, Tarkovsky, Soderbergh.)
¿Entonces Melville fue la fuente de inspiración? Bien. Pero me quedo con Soderbergh.
ResponderEliminarPorque sale Jorge Cluní, eh?
ResponderEliminar“Melville se cuida, desde las primeras páginas de la novela, de destacar el mito de Narciso, quien, al no poder asir la “imagen suave y atormentada” que veía en la fuente, se zambulló en ella y pereció ahogado. El narcisismo —o, más generalmente, la falta de adecuación de la personalidad al mundo objetivo— es el reflejo del orgullo de Ahab. Melville distingue dos actitudes. Ismael, en un momento de la obra, siente, desde su puesto de vigía, la atracción del vasto mar que refleja su mínima figura, multiplicada en las olas y la oscuridad. Va a caer, presa del vértigo, cuando reconoce la diferencia entre su ser y el mundo, entre Ismael y el océano. Ahab no la reconoce. El orgullo lo ha aislado del mundo. Su mundo se limita a la imaginación alimentada por el rencor. El mundo real ya no existe para él. Ahab ha encajonado el universo infinito dentro de lo más finito: la vida de un hombre.”
ResponderEliminarNoooooo...
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