El capitán Ahab reúne a la tripulación y la enardece y conjura para dar caza a la ballena blanca. Es como la promesa de un banquete de sangre para las fieras. Pero Starbuck, medio aturdido por la furiosa ceremonia, aún es capaz de decir:
“(…) Vengarse de una bestia
irracional que atacó simplemente por instinto. ¡Qué locura! Es una blasfemia,
capitán Ahab, enfurecerse con un ser irracional!”
Toda la capacidad humana de
la tripulación está enfocada hacia ese cometido: el enfrentamiento con una
fuerza ciega. Y eso crea júbilo. Y ese júbilo es lo que acongoja al reflexivo
Starbuck. Y Ahab le contesta:
“(…) No me hables de
blasfemias, muchacho. Si el sol me ofendiera, me volvería contra él.”
No hay jerarquías. Están
lanzados a la grandeza sin medida. Starbuck, consciente, musita:
“¡Dios nos tenga de su mano…
A todos nosotros!”
No hay comentarios:
Publicar un comentario