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domingo, 13 de julio de 2014

Un verano con Moby Dick (X)


El capitán Ahab reúne a la tripulación y la enardece y conjura para dar caza a la ballena blanca. Es como la promesa de un banquete de sangre para las fieras. Pero Starbuck, medio aturdido por la furiosa ceremonia, aún es capaz de decir:

“(…) Vengarse de una bestia irracional que atacó simplemente por instinto. ¡Qué locura! Es una blasfemia, capitán Ahab, enfurecerse con un ser irracional!”

Toda la capacidad humana de la tripulación está enfocada hacia ese cometido: el enfrentamiento con una fuerza ciega. Y eso crea júbilo. Y ese júbilo es lo que acongoja al reflexivo Starbuck. Y Ahab le contesta:

“(…) No me hables de blasfemias, muchacho. Si el sol me ofendiera, me volvería contra él.”

No hay jerarquías. Están lanzados a la grandeza sin medida. Starbuck, consciente, musita:

“¡Dios nos tenga de su mano… A todos nosotros!”


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