Translate

martes, 2 de septiembre de 2014

Un verano con Moby Dick (XXIII)


Y en un momento dado, inopinadamente, la negra voluntad de Ahab y el nada halagüeño designio del Pequod se empiezan a apoderar, una a una, del alma de los marinos. Habla Ismael, en ese instante de la noche encargado de la caña del timón:

“(…) tras haber dado algunas cabezadas en pie, me di cuenta de algo terriblemente funesto y letal (…) no era capaz de ver ante mí brújula alguna para gobernar la derrota (…) Parecía no tener delante más que tinieblas de azabache, de cuando en cuando iluminadas por destellos rojos. Tenía la invencible impresión de que aquella cosa veloz en que me encontraba no iba rumbo a ningún puerto, sino apartándose de todos ellos (...)”

¿No tenemos esa misma impresión todos los hombres que vemos perder nuestras oportunidades, esperanzas, juventud y felicidad, y sentimos cómo se acerca la muerte sin descanso? Y sigue Ismael:

“Se apoderó de mí un desaforado presentimiento de muerte.”

Luego piensa que no hay que dejarse atrapar por las sombras ni los demonios de la noche y sus alucinaciones. Sin embargo, ese instante de razonable y confiado alivio que apela a la luz del sol como verdad consoladora se vuelve a esfumar como si fuera otra fantasmagoría, menos creíble aún que las anteriores. Y sigue reflexionando:

“(…) El sol no oculta el Océano, que es la parte sombría de esta Tierra, de la que cubre los dos tercios. De lo cual se deduce que cuantos mortales llevan en sí más alegría que dolor no pueden ser auténticos o están insuficientemente desarrollados.”

¿Qué le pasa al aparentemente optimista Ismael?... Es invadido por el pesimismo cósmico de Melville, por su desesperanzado existencialismo veterotestamentario:

“(…) El más verdadero de todos los hombres es el Hombre del Dolor, y el más auténtico de todos los libros el de Salomón, y el Eclesiastés es el acero finamente trabajado del pesar. “Todo es vanidad”. Todo. Este mundo voluntarioso todavía no ha aceptado la sabiduría no cristiana de Salomón.”


Voluntad, vanidad, dolor, ¿sabiduría no cristiana?… Melville remite a los libros sapienciales de la Biblia. Habría que mencionar también aquí a un hermano espiritual suyo: Schopenhauer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario