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viernes, 26 de septiembre de 2014

Un verano, y más, con Moby Dick (XXXV).


Y de pronto, el grito que venía preñando la imaginación y acongojando los corazones espectantes de todos y cada uno de los marineros se oyó real desgarrando el silencio del Pequod:

“(…)-¡Por allí resopla! ¡Una joroba como un monte nevado! ¡Es Moby Dick!!!”

En el barco se inicia entonces una frenética actividad resultado de los nervios desatados:

“(…)-¡Meted dentro las bonetas! ¡Arriad juanetes! ¡Se va a sumergir! ¡Tres balleneras preparadas! Señor Starbuck, ya sabe que se queda a bordo a cargo del buque. ¡Ehh, timonel, orza un punto! ¡Así! ¡Despacio, muchacho, despacio! ¡Allí va la cola! ¡No, no es más que agua negra! ¿Listas las lanchas? ¿Preparados? ¡Señor Starbuck, arríeme! ¡Más deprisa, más deprisa!”

Se arrían todas las lanchas y los hombres se disponen a la caza. Mientras, en la cara del oscuro e inconmovible parsi se cifra lo que las almas de los hombres no han acertado todavía a sentir:


“(…) se izaron velas y empuñaron canaletes, bogando rápidamente hacia sotavento, con Ahab a la cabeza. En los ojos hundidos de Fedallah brillaba un pálido destello de muerte y una mueca siniestra le torcía el rostro.”

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