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jueves, 4 de septiembre de 2014

Un verano con Moby Dick (XXIV)


Los fósiles de las ballenas son un templo sagrado para Melville. Lugares donde se debería rezar en silencio. Pero su imaginación ve automáticamente el lado oscuro de la piedad, la simbología atrayente y maldita que se ha quedado al margen del mundo civilizado. Hablando de una de las más importantes reliquias de cetáceo encontradas en su tiempo en una plantación de Alabama dice:

“(…) Los ingenuos esclavos de los alrededores, sobrecogidos de pánico, lo tomaron por los huesos de uno de los ángeles caídos.”


Una descomunal, sobrecogedora y bella imagen. El esqueleto de un inmenso demonio; un ángel castigado por el cielo. El aterrador ángel blanco que persigue el capitán Ahab.

4 comentarios:

  1. Joder, qué bien.

    Qué espléndida serie. Se deberá recoger de alguna manera cuando llegue al final.

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  2. Ja, ja… Bueno, gracias por la amabilidad.
    Sí, como casi todo al final se recogerá en una basura.

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  3. Estoy remugando disconforme por lo bajinis. Que lo sepas.

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