Translate

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Iglesia y toros





Las relaciones de la Iglesia con los toros siempre fueron de tira y afloja.
Cabe pensar que, desde el principio, la Iglesia veía en esas antiguas prácticas un residuo claramente religioso-pagano propio de religiones secundarias y primarias (zoomórficas y numinosas; de la antigüedad histórica y de la prehistoria). Al respecto escribió negativamente San Isidoro de Sevilla. Trató sobre los dioses gentiles y su culto demoníaco (se refería especialmente a los sacrificios cruentos de animales y sobre todo a la muerte de personas en fiestas con toros).
Por el contrario, curiosamente, parece ser que también a principios del s. VII el rey Sisebuto censuró a Eusebio, obispo de Tarragona, su gran afición a los espectáculos taurinos.
Por ello, muy tempranamente encontramos contradicciones referidas a los toros en el seno de la Iglesia.
Luego, al menos desde el s. XI, se sabe de la existencia de juegos con toros en fiestas de bodas (con la doble variante “caballeresca” y “rural”). Entre ellas se documentan, por ejemplo, la de Alfonso VII o la de doña Urraca. Por tanto, la Iglesia española no estaba lejos de esas fiestas que rechazaba o aprobaba (quizás sería más correcto decir que ‘toleraba’) según el gusto particular.

Alfonso X no gustó demasiado de las fiestas de toros aunque tuvo que ver cómo abundaban en su tiempo (s. XIII), y en ocasiones con la evidente participación de religiosos.
La oposición eclesiástica a los toros se hizo notar más a partir de los ss. XV y XVI, tiempo en que se instituyeron prohibiciones sobre la presencia de clérigos en corridas.
El confesor de Isabel la Católica pretendió que saliera una firme prohibición de la real figura, pero ésta, 
sin ser en absoluto aficionada, se negó a tal petición (demostrando, por cierto, más tolerancia que 
ciertos políticos actuales). Lo mismo ocurrió con Felipe II, a quien el embajador cura Sosa propuso 
eliminar toda suerte de práctica taurina, oponiéndose el monarca sin negarse, empero, a discutir el tema 
(cómo olvidar a su padre, Carlos I y V, gran disfrutador de lances de toros).
En fin, que en esas épocas la polémica se extendió hasta que diversos papas echaron ojo al asunto.
Fue Pío V el más beligerante contra los espectáculos taurinos; sencillamente, se le ocurrió prohibirlos (Bula “De Salutis”). Gregorio XIII (inmediato posterior a Pío) aflojó y anuló los castigos apuntados por su predecesor contra seglares (no así contra religiosos). Luego, Sixto V, tuvo una enconada disputa con el Claustro Universitario de Salamanca por su intento de actualizar los castigos de Pío V. En el caso participó, entre otros reconocidos doctos profesores, fray Luis de León (defensor de los toros), el cual redactó un escrito de protesta dirigido a la autoridad vaticana.
Fue Clemente VIII con la Breve “Suscepti muneris” quien logró imponer más prolongado sosiego en la ‘batalla’ al reconocer que las corridas eran práctica festiva fundamental en España y que no había que exagerar en cuanto a su irreligiosidad. Claro, hay que tener en cuenta que incluso se celebraban toros en canonizaciones; sin ir más lejos, en la de Santa Teresa de Jesús se realizó una doble hecatombe (200 toros). Así, desde el mencionado Clemente, las condenas quedaron sólo (y en teoría) para monjes y frailes de órdenes e institutos regulares.

Sea como fuere, religiosos de toda laya continuaron asistiendo a todo tipo de fiestas taurinas. La cosa estaba poco menos que imposible de desarraigar; con decir que en el s. XVIII se alegraban las primeras misas de los sacerdotes con festejos taurinos…

Mucho más tarde no han faltado autoridades religiosas vaticanas contemporáneas que han querido revitalizar la Bula de Pío V, últimamente, además, facilitadas por los escritos de Juan Pablo II sobre los animales (sobre el "alma" de los animales -vaya, por eso se les llama "animales", de anima-), pero lo cierto es que, más o menos, seguimos (seguramente con bastante más indulgencia) parecido que siglos atrás. Y que dure.



3 comentarios:

  1. Bueno, pues si el Clero esta contra los toros.......pues habra que aficionarse a la Fiesta Nacional aunque sea por llevar la contraria je,je.
    Un saludo Sr. Lucas.

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ja, Ja! Pero ya ves que en la Iglesia rechazo y afición están más o menos repartidos.

      Eliminar