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lunes, 24 de diciembre de 2012

Natividad. (Gentile da Fabriano.)



Hoy es Nochebuena:





En la parte izquierda de la predela del fastuoso retablo pictórico de La Adoración de los Reyes Magos de Gentile da Fabriano se encuentra una Natividad tan aparentemente pequeña como artísticamente preciosa.

Sí, en principio es una una humilde miniatura de carácter casi primitivo si la comparamos con la pintura principal del retablo, pero la vital imaginación de Gentile hace de la escena uno de los nacimientos más encantadores de la pintura de su época (que ya es decir).

Aparte de la iluminación del fondo superior derecho donde un ángel anuncia a los pastores el acontecimiento, toda la luz surge del niño Jesús en un efecto teatral absolutamente... 'moderno' (y estamos a principios del s. XV). Las vivaces figuras de los animales, la gruta y la casa están dulcemente modeladas por el foco que asciende del suelo, mientras que la Virgen y San José se representan con drapeados contrastados pero con más uniformidad lumínica. El santo, de una concisión estilística maestra, se apoya agachado en un leve y elegante arbolito de estilización románica que ‘tuerce’ su tronco para respetar la curva del nimbo dorado de su cabeza. Vaya delicada convicción la del artista. José es viejo, está cansado y duerme, mientras que su joven esposa se inclina hacia su hijo en un gesto de sagrada adoración y las dos mujeres de rojo se reparten indiferencia y curiosidad por el hecho. Hay un telón de fondo oscuro de montañas (¡en el que se abre la cueva!) y un cielo alto, plano y estrellado.

Refinamiento contenido (detalles de las figuras, vestimentas) y áspera, casi ruda sencillez (escenario general) se combinan de manera deliberada y casi diríamos 'natural' buscando no tanto el aplauso del espectador, sino sólo la sinceridad humilde de tosca gracia y la originalidad con que el pintor ‘ha visto’ el tema y se ha recreado sin complejos en él.
Quizás es una composición rara, pero es coherente y extraordinariamente sensible en la íntima atracción que consigue de un tema tratado habitualmente de manera demasiado lujosa a lo largo de la historia.
Qué precioso e inteligente uso de la libertad formal.



2 comentarios:

  1. Sí, el cuadro es precioso, qué lástima que la imagen no sea muy buena. El cielo me encanta, y eso que es apenas una franja, me gustaría verlo en directo, ¿vamos?

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  2. Niño extasiadísimo27 de diciembre de 2012, 12:52

    A mí lo que no deja de seducirme es ese pórtico-techumbre de madera, al que dedicó casi la mitad del tiempo que le llevó la predela. No pega absolutamente nada (no en una región semidesértica, donde sólo hay roca, piedra, tierra y adobe; donde un árbol es un milagro que no hay que desaprovechar), pero como lo tenía, seguro, en su casa, pues eso, voy a jugar a diagonales, y perspectivas, y líneas de fuga y tal.

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