Esta breve escena muestra toda la maestría de un director de
cine (John Ford). No creo que sea la mejor escena de la película (Centauros del desierto, The searchers), como algunos afirman,
pero es suficiente para ilustrar qué es saber contar sólo con imágenes.
El reverendo y ranger de Texas Sam Jonson (Ward Bond) se
queda solo en el comedor de la casa de los Edwards mientras acaba su desayuno
antes de salir a rastrear el territorio en busca de indios hostiles. De pronto,
sin quererlo, contempla cómo en una habitación contigua la señora Martha Edwars
acaricia con mimo la capa militar de su cuñado Ethan Edwards (John Wayne), hospedado en la casa familiar después de muchos años desaparecido. El reverendo en
seguida deja de mirar y permanece inmóvil con la vista fija y perdida fuera de
la pantalla. Aparecen Ethan y Martha, que se despiden con la contenida dulzura
de un amor que no pudo (ni puede) ser. Sam, sin mirar, es testigo único del
momento.
Lo perfecto de la escena es que hay un testigo imposible de
esa intimidad entre los cuñados. Si no estuviera presente el personaje que
interpreta Ward Bond, la despedida de Ethan y Martha perdería casi toda la
secreta delicadeza íntima y dramática que transmite. Ese personaje interpuesto,
quieto, con su mirada lejana, pone en evidencia precisamente todo lo que no
sabemos entre los cuñados; todo lo que no se puede ver y ni siquiera se debe contar (en la escena no se articula ni una palabra), pero que en ese mismo instante se
condensa en la pantalla gracias a esa figura congelada que nada mira, pero todo
ve y… nos hace ver.
Y no hace falta más. Magistral.
Ma-gis-tral, su-bli-me, para mí sí es la mejor escena de la película, junto con la imagen final, también con la cuñada en el umbral de la casa. Esa delicadeza de los gestos, lo que apenas si se insinúa, y la discreción del personaje de Ward Bond, tanta que los otros dos ni siquiera ven que está ahí (ella se casi se sobresalta cuando tiene que dejarle pasar para salir).
ResponderEliminarEn fin, John Ford.
Corrijo: la escena final, no con la cuñada, evidentemente, pero sí en el umbral, una imagen que enlaza con el principio de la película.
ResponderEliminarSí, Ward Bond es como invisible. De hecho, ahí Ward Bond somos nosotros.
ResponderEliminarUna de las mejores películas y no obstante poco reconocida y premiada. Con el sello inequívoco e inmejorable de John Ford.La sutil manera de mostrarnos qué sentimientos hay entre cuñados ( prohibidos; por supuesto, en esa época)con la delicadeza de ese beso en la frente correspondido con esa mirada que dice mas que mil palabras y acompañado por la muda y ciega complicidad de Ward; ya merecerian por si solos un premio.Super peliculazo.
ResponderEliminarSaludos.
En la última escena, antes de girarse, Wayne se lleva la mano izquierda al codo del brazo derecho. Es un homenaje a Harry Carey, sr., el amigo del alma del grupo, que tenía ese tick.
ResponderEliminarCuánto sabes, Pakcito.
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=d_g6ac3d818&hl=es&gl=ES
Minuto 1.29
También sé que fue Ford quien aconsejó a Wayne que caminara arrastrando los pies. Creo que le dijo algo así como "no vayas por ahí dando saltitos como un maricón"..
Eliminar...Se non è vero è ben trovato. Ford debía de ser el único humano capaz de reprender a Wayne.
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